CANARIAS NO QUIERE MIRAR HACIA ATRÁS

Acaba ya la campaña electoral. No sé si habremos conseguido nuestro propósito de hacer llegar a todos los canarios nuestras propuestas concretas para dar solución a los problemas actuales y afrontar con renovada ilusión los grandes retos de futuro. Pero al menos nos cabe la satisfacción de haberlo intentado.

Desde Coalición Canaria hemos hablado de la oportunidad que tenemos de emprender la segunda modernización, de la necesidad de dar ese giro social que nos proporcione mayor cohesión y calidad de vida, del imprescindible fortalecimiento de nuestra capacidad de autogobierno y del empeño que hemos de poner en la internacionalización de nuestros productos, servicios y conocimientos. Hemos propuesto los ejes básicos de un proyecto de ciudad global para hacer de Las Palmas de Gran Canaria la capital del Atlántico Sur. Hemos propuesto siete grandes planes comarcales para hacer de Gran Canaria un potente motor de desarrollo económico y social. Y hemos propuesto 1.100 acciones para consolidar a Canarias como una sociedad moderna, culta y avanzada, capaz de desempeñar un protagonismo activo en el mundo.

Pero ha sido difícil, sumamente difícil, que pudieran hacerse oír todas nuestras propuestas de futuro entre tanta bronca provocada por la resurrección del pasado. Algunos partidos han estado mucho más ocupados en atacar a sus adversarios políticos que en defender sus propias propuestas electorales, si es que las tienen. Dos de ellos particularmente, NC y PSOE, han puesto toda la carne en el asador para que se hablara lo menos posible de programas. En NC no creo que merezca la pena detenernos mucho, porque hasta puede resultar lógico que su discurso se centre en el pasado dada la escasa relevancia que va a tener en el futuro. Pero el caso del PSOE es más significativo por las grandes responsabilidades que tiene en el gobierno de España. Dejando para la historia aquello del “talante”, algunos de sus miembros han embarcado con destino a Canarias no solo a un candidato, sino también la crispación de la vida política nacional, orientando toda la campaña electoral hacia planteamientos puramente maniqueos: los buenos contra los malos, los limpios contra los sucios, el todo contra la nada; el discurso de las dos Españas, en suma, que creíamos afortunadamente ya superado.

¿Por qué este empeño? Quizás sea bueno recordar ahora que desde hace ya tiempo el PSOE se propuso un objetivo irrenunciable: coger el poder en Canarias sea como fuera: ahora o nunca –se dijeron después de las últimas elecciones generales. Y como era preciso ganar a toda costa “la guerra” que se anunciaba en el Manual de Campaña, había que desencadenar una crisis prebélica. En esa etapa previa –tal y como se decía en los viejos catecismos estructuralistas de los años sesenta— se trataba de crear “las condiciones objetivas” necesarias para el asalto al poder; es decir, había que generar un clima propicio al “cambio”. Aprovechando las corruptelas que algunos les sirvieron en bandeja, se empeñaron en sembrar la sombra de la sospecha sobre todo lo que no estuviera en sus “limpias manos”, aunque eso requiriera saltarse a la torera el sigilo profesional con que deben conducirse las actuaciones policiales y judiciales para asegurar su eficacia en la lucha contra la corrupción.

Una vez creado ese clima, en la campaña electoral debía alcanzarse el imprescindible clímax político para dar el salto al poder. No hacía falta detenerse mucho a analizar la realidad canaria para tratar de dar respuestas a sus necesidades actuales. Por eso el programa electoral era lo de menos: total, como son pocos electores los que se leen los programas, da lo mismo lo que se ponga en ellos, por lo que poca importancia puede tener copiarse alguno que ande colgado en la red. Lo importante era que el mensaje del “cambio” (ya convertido en puro “cambiazo”) calara hondo: aquí no se ha hecho nada bien, todo está podrido y sucio, nada de lo que hay nos vale. Al fin y al cabo, todo recurso es bueno para ganar una guerra, y más el de la propaganda fácil que no se atiene a muchas argumentaciones: ya se sabe, propaga, que siempre queda. Y en esa dinámica ha estado enrocado el candidato a Presidente del PSOE durante toda la campaña electoral. ¿Pensarán algunos que solo pueden ganar elecciones en situaciones extremas de crisis, ya sean reales o forzadas?

Los que piensen así van a salir derrotados el próximo domingo. Canarias no está en crisis, sino en el mejor momento de su historia. Los canarios sabemos bien donde estábamos hace 14 años y donde estamos ahora, y también somos conscientes del tremendo esfuerzo que nos ha costado alcanzar lo que hoy tenemos, sobre todo teniendo en cuenta los déficits históricos que arrastrábamos. Hoy ya somos un pueblo maduro, con identidad propia, que goza de educación y salud, que creamos riqueza y disfrutamos de un aceptable nivel de bienestar, que sabemos luchar por nuestras singularidades y derechos, y que tenemos capacidad para salir de nuestro aislamiento secular y proyectarnos hacia el mundo, porque ya hemos adquirido habilidades y conocimientos para emprender e innovar. Claro que tenemos carencias y distorsiones, por supuesto, y de eso se trata: de mejorar en los próximos años, de seguir avanzando en lo mucho que nos queda por hacer para ganar nuestro futuro. Pero ya no necesitamos que nos tutelen, ni tampoco que nos intenten arrastrar por la pendiente de la confrontación. No; Canarias no quiere mirar hacia atrás, sino hacia delante, con confianza en sí misma y en sus posibilidades. En eso estamos.

Las dos varas de medir del centralismo

Me da hasta sentimiento (como dice nuestra gente) ver el trato que a veces se nos sigue dando a los canarios por parte del Gobierno central. A fin de cuentas, el centralismo es el centralismo, cualquiera que sea el partido centralista que esté en el poder y cualquiera que sea la forma que revista.

En concreto, para este gobierno “con talante” del Señor Zapatero hay autonomías de primera, como Cataluña o Andalucía, y autonomías de segunda, como Canarias. No hay más que ver el diferente trato que nos están dando en la reforma de los Estatutos, en los Presupuestos Generales del Estado y en todos los programas de modernización de la economía. Además, parece que ese ‘talante’ lleva al PSOE a preferir, o a mimar más, a los nacionalismos más radicales e insolidarios, como los que representan Carod Rovira y Otegui, que otras opciones más mayoritarias y que han contribuido mucho más al desarrollo del Estado, como Convergencia y Unión y Coalición Canaria.

Entrando de lleno en el tema estatutario, desde el año pasado los canarios hemos querido dotarnos de un nuevo Estatuto de Autonomía. No hace falta recordar que ese texto no es el Estatuto de Coalición Canaria, sino el que mayoritariamente fue aprobado por el Parlamento de Canarias, también con la aprobación del PSOE de Canarias. Se trata de un instrumento jurídico esencial para consolidar nuestro autogobierno, pues necesitamos que se nos reconozca definitivamente la insularidad y la lejanía, es decir, nuestra condición de región ultraperiférica, que es el hecho diferencial más evidente y más notorio, más diferente, de cuantos existen en el Estado español. Y también necesitamos que España, como política de Estado, asuma y defienda nuestras singularidades en Europa, y más en un momento como éste en que Francia trata de echar por tierra la Constitución Europa que garantizaba nuestro reconocimiento como región ultraperiférica.

Pues bien, el nuevo Estatuto de Autonomía de Canarias está ahora en Las Cortes durmiendo el sueño, no de los justos, sino de las conveniencias ajenas a Canarias. Ha sucedido, en este asunto, lo que siempre ocurre con el centralismo: que aplica distintas varas de medir, en función de los intereses que se cuecen en Madrid. Así, mientras que para una Comunidad se dice que se respetará su voluntad, para la otra no se tiene en cuenta la suya; mientras que para una Comunidad hay celeridad, para la otra hay demora; mientras que para una Comunidad es buena una determinada transferencia, para la otra es mala… ¡Demonios, con qué impunidad se atreven a despreciarnos, aunque lo hagan con… “talante”!

El nuevo Estatuto de Autonomía

Se debiera hacer un mayor esfuerzo para que todos los canarios conocieran bien el texto del nuevo Estatuto de Autonomía de Canarias. La difusión de sus contenidos me parece una tarea imprescindible de pedagogía para el ejercicio de una ciudadanía activa. Y por aquello de que hay que predicar con el ejemplo, quisiera comentar brevemente porqué considero que el nuevo Estatuto es crucial para asegurar nuestro futuro desarrollo.

El nuevo Estatuto es, en primer lugar, afirmación de nuestra identidad. La definición de Canarias como Archipiélago Atlántico permite renovar nuestro principal instrumento de identificación como pueblo, lo cual nos tiene que dar un nuevo impulso para garantizar nuestra autonomía política y reforzar nuestra condición de comunidad diferenciada, geográfica, histórica y culturalmente.

El nuevo Estatuto es, en segundo lugar, confirmación del reconocimiento de nuestra insularidad. La introducción del principio de modulación derivado de ser unas islas alejadas del Continente europeo es un notable logro. Este precepto impondrá al Estado la obligación de adaptar sus políticas a la realidad ultraperiférica de Canarias en diversos ámbitos estratégicos, como el medio ambiente, los transportes, el mercado interior, las materias primas y las telecomunicaciones.

El nuevo Estatuto es, en tercer lugar, instrumento para proyectarnos hacia el mundo. La posibilidad de desplegar una acción exterior propia consolidará a Canarias como plataforma tricontinental en esta parte del Atlántico y abrirá a todos los canarios nuevas perspectivas de intercambios sociales y comerciales con los países de nuestro entorno. Esto es vital en el mundo globalizado que vivimos, y más con la imperiosa necesidad de colaborar activamente en el desarrollo del continente africano.

El nuevo Estatuto es, en cuarto lugar, un primer paso para empezar a ser dueños de nuestro mar. El reconocimiento de nuestra realidad archipielágica, con la incorporación de las aguas que rodean las islas al territorio de nuestra Comunidad, permitirá el ejercicio de nuestras primeras competencias marítimas. Esto mejorará la gestión y protección de nuestra mar; el control de la navegación, del comercio, de la pesca y de los efectos para la seguridad de los recursos del mar, así como la calidad ambiental de nuestras aguas.

El nuevo Estatuto es, en quinto lugar, instrumento para impulsar nuestro desarrollo económico. El blindaje de nuestro Régimen Económico y Fiscal (sumamente importante), la creación de la Agencia Tributaria Canaria y la asunción de nuevas competencias en gestión portuaria y aeroportuaria y en el tráfico aéreo interinsular son las nuevas herramientas económicas a nuestro alcance. Esto permitirá garantizar nuestro más potente instrumento para la creación de riqueza y empleo, gestionar más eficazmente los tributos canarios y disponer de una política propia en materia de transportes, lo cual facilitará nuestro papel como plataforma logística intercontinental liderando importantes procesos en esta parte del Atlántico.

El nuevo Estatuto es, en sexto lugar, garantía para propiciar el avance social. La mejora sustancial de la financiación de los servicios básicos, la ampliación de los derechos, la introducción de nuevos principios rectores en las políticas sociales, la creación de la policía canaria y el reforzamiento de la administración de justicia constituyen otras importantes novedades. Todo esto permitirá gestionar más eficazmente la prestación de servicios tan esenciales como la educación y la sanidad, mejorar las condiciones de vida de los canarios, impulsar un modelo de desarrollo sostenible acorde con nuestros valores ambientales, tener mayor seguridad ciudadana y facilitar el ejercicio de la administración pública y de la justicia.

Finalmente, el nuevo Estatuto es cauce para la modernización de nuestras estructuras administrativas. La posibilidad de disolución del Parlamento, la introducción de nuevas fuentes normativas (como los Decretos Leyes y los Decretos Legislativos), la necesidad de celebrar un referéndum para reformar el propio Estatuto y el reforzamiento de nuestros cabildos y ayuntamientos como pilares básicos para el ejercicio del gobierno insular y municipal son las novedades más significativas en este ámbito. Estas nuevas competencias permitirán mejorar nuestras instituciones, reforzar nuestra democracia y acercar las administraciones locales e insulares a los ciudadanos, garantizando la prestación de unos servicios públicos de calidad en igualdad de condiciones para todos los canarios, vivan donde vivan.

Siete poderosos argumentos, en suma, para que los canarios exijamos la aprobación inmediata de un Estatuto que ha de ser, sobre todo, instrumento para nuestra proyección de futuro. Porque con el nuevo texto estatutario podremos consolidar el desarrollo y el avance que hemos logrado hasta ahora y asentarnos definitivamente como una sociedad próspera, avanzada y culta que se asoma al mundo desde su insularidad atlántica para ser protagonista de su historia. Lo tenemos que lograr. Después de 25 años de autonomía, ya no somos un pueblo que precise de tutelas, sino un pueblo que quiere ser dueño de su propio destino.

Para bajarte el texto del nuevo Estatuto, pincha aquí

Una pregunta y una respuesta.

Ayer tuve ocasión de recibir en mi página Web personal la siguiente pregunta:

Le he escuchado a usted y al señor Mauricio decir en varias ocasiones en esta campaña que Gran Canaria se está quedando retrasada a nivel regional. ¿Significa eso que si su partido vuelve a presidir el Gobierno de Canarias invertirá más en Gran Canaria que en el resto de las islas al ser la isla más necesitada en las actuales circunstancias?. Es que he escuchado a Ricardo Melchior anunciar la creación de un anillo insular en Tenerife con un AVE, y al comparar lo que ha pasado esta pasada legislatura en inversión al transporte con el tema del tranvía, me he echado a temblar...


Esta fue mi respuesta:


Me he tomado algún tiempo para responder a su pregunta porque la considero tan interesante que quiero hacerlo con todo detenimiento.

Gran Canaria ha ido perdiendo protagonismo, cierto, pero no porque el Gobierno de Canarias haya invertido menos en ella que en otras islas. Tengo datos contrastados de los presupuestos liquidados durante los últimos cuatro años por islas y le puedo asegurar que Gran Canaria, lejos de ser perjudicada por el Gobierno de Canarias, ha recibido más financiación para inversiones por habitante que Tenerife, por ejemplo. Los partidos que hacen propaganda diciendo lo contrario simplemente mienten. Sin entrar en las motivaciones e intereses que tienen para mentir, porque sería muy largo de contar, sí le diré que siempre es más fácil echar la culpa a otros que asumir las responsabilidades de los fracasos propios.

Digo esto porque creo que los males de Gran Canaria tienen su origen y su solución dentro de nuestra isla y no fuera de ella. Aquí nos pasamos mucho tiempo enfrascados en peleas partidistas, en disputas localistas y en enfrentamientos institucionales que demoran la toma de decisiones en muchos temas importantes para el desarrollo de la isla. Así ha pasado con las dotaciones de suelo industrial, la implantación del gas natural, la construcción de la cárcel, la terminación del puerto de Arinaga, la ubicación de los complejos ambientales para la gestión de residuos y los planes de ordenación urbana de las ciudades turísticas (como San Bartolomé de Tirajana) que hagan posible la reconversión de nuestra planta alojativa obsoleta, por poner tan solo algunos ejemplos. No creo que de nada de ello tenga la culpa el Gobierno de Canarias, ni mucho menos la “Isla del Infierno” –como recordé que significaba el nombre de Tenerife cuando aquella polémica sobre quitar el “Gran” a nuestra isla, y como algunos parecen empeñarse en considerarla todavía, lamentablemente.

Para colmo de males, no tenemos en Gran Canaria un Cabildo fuerte, con la cabeza y los cinco sentidos puestos en nuestra isla y no en ninguna otra parte, es decir, un auténtico gobierno de Gran Canaria, como ocurre en el resto de las islas del Archipiélago. Un Cabildo que se ponga a liderar nuestro desarrollo insular en positivo, propiciando iniciativas y coordinando esfuerzos financieros con los municipios, con el Gobierno de Canarias y con el Gobierno estatal, y ello pese a las inmejorables condiciones que tenemos y el gran dinamismo que posee nuestra sociedad y nuestras empresas.

Dicho esto, que me parece fundamental para centrar el tema, entro concretamente a responder a lo que usted plantea. Cada isla ha de tener su propio modelo para asegurar unas comunicaciones de primer nivel en el interior de cada una de ellas. Tenerife, por las características de su poblamiento y de sus centros económicos, ha optado por el tren, y me parece muy bien si eso da solución a sus necesidades. Y Gran Canaria ha optado por otro modelo: impulsar una potente red de carreteras, puesto que de momento el tren no se considera la solución idónea a nuestros problemas de comunicaciones, si bien es conveniente dejar reserva de suelo suficiente por si puede serlo en el futuro.

Pues bien, en el tema de las carreteras, si se ha producido algún desequilibrio inversor durante los últimos años ha sido, sin duda, a favor de Gran Canaria. Pero no creo que esto se deba a que el Gobierno así lo haya querido, sino porque nuestros proyectos han estado terminados a tiempo y los de Tenerife no, que ha preferido priorizar el tranvía. Nadie puede sostener que Gran Canaria haya sido perjudicada en este tema cuando, por ejemplo, están licitadas y a punto de adjudicarse, y por tanto se terminarán en los próximos años, la IV fase de la circunvalación de Las Palmas, con lo cual se cierra toda la circunvalación metropolitana (por cierto, Tenerife aún no ha podido empezar la suya, y mire que Santa Cruz tiene graves problemas de tráfico), y también la autopista Puerto Rico-Mogán (por cierto, no sé si usted conoce el estado de las carreteras del sur de Tenerife). Nadie puede sostener perjuicio alguno para Gran Canaria cuando la única carretera que no se ha comenzado, pese a que disponía de financiación para ello, ha sido la del Norte, y no hace falta recordar por qué (de nuevo, la causa del problema ha estado en Gran Canaria, y no fuera de la isla).

Por tanto, si Coalición Canaria vuelve a presidir el Gobierno de Canarias (como así deseo y creo que va a ser) seguirá invirtiendo los recursos públicos con criterios de rigor, equidad y equilibrio, y procurando que esas inversiones den solución a los problemas que tengan todas las islas, de acuerdo con las opciones que sean más adecuadas para cada una de ellas. Y en Gran Canaria, más que echarnos a temblar por las soluciones en infraestructuras por las que opte Tenerife, deberíamos echarnos a temblar si los grancanarios seguimos poniendo obstáculos para que no consigamos rematar, con la ayuda del Gobierno de Canarias, las carreteras Agaete-La Aldea, la IV Fase de la Circunvalación, los tramos Guía-Pagador y Pagador-Moya, la Variante de Bañaderos, la autopista Puerto Rico-Mogán, la carretera Mogán-La Aldea, el acceso a Teror y la mejora del acceso al Centro de la isla; si no fuéramos capaces de ampliar el Puerto de Agaete y salir del empantanamiento en que se encuentra la terminación del de Arinaga; si no fuéramos capaces de conseguir del Estado (léase AENA) la construcción de la segunda pista del Aeropuerto de Gran Canaria; si no fuéramos capaces de dotarnos de una potente red de telecomunicaciones y de una adecuada red para el suministro de energía, y si siguiéramos obstaculizando la disposición de suelo para disponer de las infraestructuras que necesitamos para el desarrollo empresarial: polígonos industriales, parques tecnológicos y parques logísticos.

Todas esas infraestructuras han de ser nuestra gran AVE, que nos lanzará hacia la estación a la que queremos ir: ser un gran motor de desarrollo económico para toda Canarias, porque tenemos condiciones sobradas para hacerlo, si nos lo proponemos. Pero para ello debemos dejar de estar mirando tanto a los otros y concentramos más en lo que tenemos que hacer nosotros para dar solución a los problemas que tenemos aquí, dentro de la isla. Este es el AVE al que se va a subir toda Coalición Canaria, la de Gran Canaria y la de todas las islas, se lo aseguro, y yo trabajaré activamente desde el Cabildo para que así sea. No sé si conseguiré hacerlo con su voto, pero al menos me queda la satisfacción de haberlo intentado.

Agradeciéndole su pregunta, reciba un cordial saludo,

Manuel Lobo

Cambio, ¿qué cambio?

Siento una profunda desconfianza hacia aquellos que en época electoral se llenan la boca prometiendo algo que ya se sabe que no pueden cumplir. Digo esto a propósito de ese presunto cambio del que tanto alardea el PSOE de Canarias.

El cambio –todos lo sabemos– es algo consustancial a la vida misma. Lo es, sobre todo, en este mundo globalizado en que nos movemos, en el que las cosas cambian a un ritmo tan vertiginoso que tenemos que tener una actitud propicia al cambio permanente, a la innovación, al aprendizaje, a la adaptación, a la mejora continua. Pero algunos utilizan el cambio, en vez de como expresión de esa necesidad humana y social, como mero instrumento de propaganda electoral. Y cuando el cambio se utiliza con esta finalidad partidista, la cuestión fundamental es plantearse de qué cambio se trata.

Pues bien, me he puesto a indagar detrás de esa promesa electoral de cambio que hace el PSOE, he leído sus programas (los que dicen no ser copiados) y la verdad es que no encuentro ninguna propuesta que concrete esa promesa de cambio. Esa ausencia de propuestas para el cambio me induce a pensar que lo que realmente buscan es aprovechar esa necesidad de cambio que sentimos todos con las cosas que deben funcionar mejor para proponer un cambiazo. Un auténtico cambiazo, porque en muchos temas están proponiendo lo mismo que ya se viene haciendo en Canarias, como sucede con sus propuestas para la educación, por ejemplo, que se limitan a reproducir el Pacto Social por la Educación que ha impulsado Coalición Canaria, pero ahora puesto en sus propios programas de forma ligeramente retocada. ¡Vaya cambio!

Como dice el refrán, una cosa es predicar y otra dar trigo. Una cosa es llenarse la boca con el cambio y otra bien distinta esforzarse en diagnosticar qué cambios necesita nuestra sociedad y hacer propuestas que sean viables para mejorar nuestra situación y asegurar nuestro futuro. Eso es lo difícil, y eso es lo que no termino de encontrar en los programas del PSOE, si es que son suyos, que ya uno no sabe bien si realmente los tienen.

Este proyecto es lo nuestro

En esta campaña electoral estoy aprendiendo mucho. Como todo esto es nuevo para mí, estoy aprendiendo a dar mítines, a abordar a la gente en el mercado, a tener debates con otros candidatos y a vivir como la turronera, del tingo al tango. Pero lo que más satisfacciones me está produciendo es el encuentro, el contacto personal, con nuestra gente.

Y me están pasando cosas curiosísimas. Les cuento una. El otro día me encontré con una antigua alumna por la calle y, después de saludarnos cariñosamente, me dijo: “Manolo, ¿cómo es que tú, siendo una persona tan progresista como eres, no estás en el PSOE en vez de en Coalición Canaria”. Y poco después, a la entrada de un acto, un señor mayor, muy amable y respetuoso, al que no conocía hasta entonces, me hizo la misma pregunta, pero en sentido contrario: “Don Manuel, ¿cómo es que Vd., siendo una persona de autoridad y orden, como le tengo para mí, no está en el Partido Popular en vez de en Coalición Canaria?

Pues bien, siendo preguntas tan dispares, no tuve más remedio que dar parecidas respuestas a ambas. “Precisamente por ser amante del progreso de la sociedad, progresista de verdad y no solo de boquilla” –le dije a mi ex alumna—, “no puedo estar en el PSOE, sino en Coalición Canaria”. Precisamente por ser respetuoso con la autoridad y las cosas bien ordenadas, pero no un autoritario ni partidario del ordeno y mando, no puedo estar en el PP, sino en Coalición Canaria”. “Y además” –les dije a ambos— “soy canario y practico la canariedad. ¿Qué sería de nosotros, los canarios, si no tuviéramos una voz propia que defienda nuestros intereses, nuestras singularidades como canarios, por encima de otras consideraciones?, ¿crees tú (o cree usted), realmente, que Canarias tendría el régimen económico y fiscal, el estatuto de región ultraperiférica y las inversiones estatales y europeas que hoy podemos disfrutar todos los canarios si no hubiera existido Coalición Canaria?” Fue suficiente: ambos me reconocieron lo innegable: que hay que pensar y actuar en clave canaria para que tengan en cuenta a Canarias y a los canarios, para que se nos respete de verdad y para que se nos reconozcan nuestros derechos.

No sé si esas dos personas votarán por Coalición Canaria, pero estoy seguro de que son conscientes de su necesidad. Reconocen, desde sus propias preferencias ideológicas, que si Coalición Canaria no existiera, habría que inventarla. Eso es lo bueno de este partido y por eso estoy en él: que en este proyecto cabemos todos los canarios que estemos por el progreso de nuestra gente y de nuestra tierra y que cultivemos esos valores de la autoridad bien ejercida y de las cosas bien ordenadas que tanto nos enseñaron a respetar nuestros padres desde que eramos niños. Porque este proyecto es lo nuestro.

Nuestros próximos desafíos: la segunda modernización de Gran Canaria

Los próximos años serán decisivos para Gran Canaria. Están definidas todas las condiciones para que nuestra isla avance y se incorpore al gran objetivo de modernización, progreso y giro social que propone Coalición Canaria.

Durante el tiempo que ha transcurrido desde el comienzo de la campaña electoral, hace hoy una semana, he presentado, junto a mis compañeros de candidatura, las 340 propuestas para desplegar las políticas insulares que hagan posible Gran Canaria, con acciones que reactiven el enorme potencial que tiene la isla y todas sus comarcas.

Estas propuestas, no forman parte de una utopía, después de 15 años de crecimiento ininterrumpido, los canarios podemos dar ese salto de calidad que necesitamos para situarnos definitivamente en la senda de la modernidad. Una senda a la que se llega, en un mundo como el actual, por la vía de la mejora en competitividad económica y en cohesión social.

Los grancanarios debemos avanzar hacía la segunda modernización de nuestra tierra, para responder a los nuevos retos que nos plantea una economía globalizada buscando una sociedad más cohesionada dando un giro social a las políticas públicas y permitiendo así redistribuir la riqueza, prestando atención especial a las personas que más lo necesitan, y mejorar nuestra calidad de vida.

A lo largo de estos días seguiré insistiendo en la necesidad de apoyar las políticas renovadoras e integradoras que Coalición Canaria presenta para el Cabildo de Gran Canaria basada en la necesidad de tomar decisiones, no como hasta ahora, aglutinado a todas las comarcas de Gran Canaria en torno a una misma idea de isla sirviendo a todos los canarios.

Para llevar a cabo nuestro mensaje utilizaremos todos los medios a nuestro alcance, incluido este blog, al tiempo que recabaré todas las sugerencias que me quieran hacer llegar por este u otro medio.

Un buen gobierno con proyecto de futuro y protagonismo colectivo

La existencia de un gobierno canario pensado desde Canarias y para los canarios ha sido un factor decisivo para alcanzar los niveles históricos de desarrollo económico y de bienestar social que el Archipiélago ha alcanzado en los últimos años. Y en un momento como éste, en que los canarios hemos de afrontar los nuevos desafíos –de presión demográfica, de competitividad económica y de bienestar social— que nos plantea un mundo cada vez más globalizado, no podemos dar un paso atrás en esa dirección canaria de la política de Canarias.

Hoy seguimos necesitando un gobierno autónomo fuerte. Un gobierno que defienda por encima de todo, tanto en España como en Europa, los intereses canarios, pensados desde Canarias y para dar soluciones a los problemas canarios. Un gobierno que impulse las nuevas competencias autonómicas, sin temores ni complejos de ningún tipo. Un gobierno que siga teniendo como prioridades esenciales el fortalecimiento de nuestras singularidades, la articulación del Archipiélago como una tierra única, la potenciación del desarrollo económico y social sostenible, y la consolidación del estado de bienestar social que hemos conquistado con tantos esfuerzos.

Y, sobre todo, necesitamos un gobierno con visión estratégica que lidere los cambios necesarios que es preciso impulsar en este momento para ganar definitivamente nuestro futuro. Cambios en la economía, apostando decididamente por la nueva economía; en la ordenación territorial, gestionando adecuadamente nuestro recurso más escaso y crítico, que es el territorio; en la administración pública, propiciando un auténtico proceso de modernización en su seno para hacerla más ágil, eficiente y comprometida con su misión de servicio público, y cambios en la acción exterior, aprovechando las oportunidades que se nos presentan para jugar el papel geoestratégico que nos corresponde desempeñar como archipiélago atlántico. Un gobierno, en suma, que facilite las condiciones materiales y mentales para que los canarios podamos ser definitivamente dueños de nuestro destino, canalizando productivamente ese enorme caudal de capital humano e intelectual de que disponemos actualmente, con una juventud mejor preparada que nunca, para ponerlo al servicio de nuestro desarrollo económico y social, para construir entre todos, con la participación de todas las islas, un proyecto de futuro para Canarias –como pueblo maduro que somos, tras haber superado nuestro atraso histórico—, que nos permita consolidarnos como una sociedad avanzada y culta con un protagonismo activo en el mundo.

Y junto a un gobierno autónomo firmemente comprometido con la consecución de esas nuevas metas, también necesitamos unos ayuntamientos y unos cabildos que gobiernen con credibilidad y solvencia, especialmente en Gran Canaria, donde hemos padecido últimamente la falta de un proyecto político con visión estratégica que haga valer el enorme peso que nuestra isla tiene en el proceso de construcción de Canarias. Sí, Gran Canaria necesita un gobierno insular y unos gobiernos municipales eficientes, transparentes y con una gestión estratégicamente orientada a aprovechar las fortalezas que tenemos, que no son pocas, y las oportunidades que se nos presentan, que son importantes, para desempeñar nuestro protagonismo en ese proyecto único de Canarias y poder alcanzar mayores cotas de progreso económico y de bienestar social con el resto de las islas.

Para ello es preciso dotarnos de un gobierno insular con capacidad para liderar la construcción de un proyecto colectivo de isla con visión de futuro. Ese liderazgo insular solo puede ser forjado por un gobierno que integre y no excluya, que acuerde y no imponga, que desarrolle los instrumentos de planificación y programación insulares y no los aparque indefinidamente, que distribuya fondos públicos con criterios ecuánimes y transparentes y no en función del color político que tenga cada municipio, que se ponga a hacer sus propios deberes en vez de echarle las culpas a los demás y que convenza a todos con una gestión solvente sin necesidad de tener que vencer a nadie para desarrollarla.

Y, junto a ese nuevo liderazgo insular, también es necesario articular proyectos municipales firmemente comprometidos con el desarrollo local y, al mismo tiempo, corresponsables del desarrollo insular. Gobiernos municipales preocupados por dar soluciones a los problemas de los vecinos y prestar servicios eficientes, pero también dispuestos a acoger en su seno infraestructuras y servicios insulares y a participar activamente en el desarrollo de proyectos que beneficien a todos los canarios. Gobiernos municipales que tengan un proyecto de ciudad o un proyecto de pueblo que ofrecer a los ciudadanos y construir con la participación de todos los agentes locales, pero que también participen mancomunadamente en un proyecto de comarca en el marco de un proyecto de isla y de un proyecto nacional para toda Canarias.

En definitiva, necesitamos un gobierno insular y unos gobiernos municipales que busquen el consenso y no la confrontación permanente; que defiendan la isla sin caer en el insularismo penoso –es decir, que no hagan del pleito insular la bandera con la que tapar sus propias vergüenzas—, y que defiendan la localidad sin caer en el localismo ramplón –es decir, que no utilicen al municipio para desentenderse de los problemas de la isla—. Unos gobiernos que se coordinen unos con otros para resolver conjuntamente los problemas comarcales e insulares, y que propicien la participación del sector privado, de los agentes sociales y de los ciudadanos en el desarrollo de las políticas públicas. Unos gobiernos que informen y eduquen a la sociedad, pero que también sean capaces de aprender de ella y nutrirse de las ideas y proyectos que surgen de su seno, propiciando un auténtico reencuentro de la política con la sociedad civil. Unos gobiernos que practiquen la buena gobernanza de las instituciones públicas, asumiendo como principios esenciales de su gestión la transparencia, la responsabilidad social, el carácter consecuente de las decisiones, el fomento de la participación ciudadana y la sensibilidad a las necesidades y aspiraciones de la población canaria.

Porque, para afrontar colectivamente los desafíos que se le presentan a Gran Canaria y a Canarias entera en un mundo tan complejo, diverso e interconectado como el actual, es necesario tener proyecto colectivo con visión de futuro, unir todas las fuerzas posibles para ponerlo en práctica, gestionar bien los recursos públicos y propiciar –desde dentro de las instituciones y también fuera de ellas— un cambio profundo en las relaciones entre el poder político y la sociedad civil, recuperando la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas y en la democracia.

Cada vez estoy más convencido que Coalición Canaria es la única fuerza que puede asumir este compromiso de buen gobierno con proyecto de futuro y protagonismo colectivo sin sometimiento alguno a intereses ajenos a Canarias, puesto que es el único partido que en las islas no tiene que digerir imposiciones externas –ni de candidatos teledirigidos, ni de programas de gobierno recortados y pegados, ni de políticas con las cartas marcadas. Y cada vez estoy más convencido, también, que Coalición Canaria de Gran Canaria, ya definitivamente recuperada, es la fuerza que decide que ese compromiso político pueda ser llevado efectivamente a la práctica, puesto que es el único partido que hoy por hoy tiene proyecto de futuro para Gran Canaria, para sus diferentes comarcas y para todos sus municipios (como lo prueba la excelente ponencia programática que hoy debatimos en este Congreso). Y tenemos ese proyecto de futuro que tanto ansían los grancanarios en el marco de un proyecto de futuro para toda Canarias como pueblo maduro y responsable, un proyecto que Gran Canaria nunca podrá construir sola, cierto, pero que tampoco podrá construirse sin ella.

Estamos, pues, en un excelente momento para generar ilusión y confianza en torno a un proyecto político de futuro para Las Palmas de Gran Canaria, para Gran Canaria y sus diferentes comarcas, y para Canarias entera. Aprestémonos a aprovecharlo sin demora, con decisión y valentía, que el futuro siempre sonríe a aquellos que tienen un proyecto para ganarlo, hecho con la cabeza y también con el corazón.

Política municipal, la gran política

Se avecinan unas nuevas elecciones municipales y autonómicas. En ellas los partidos disputarán el poder municipal. Pero hay varias cuestiones que posibilitan ser una fuerza decisiva para gobernar los ayuntamientos en numerosas ciudades y pueblos de nuestra isla.

Para alcanzar ese objetivo es preciso contar con una gran cantidad de propuestas sólidas que ofrecer para mejorar los servicios municipales; también es necesario presentar numerosas capacidades personales y colectivas que poner al servicio de la gestión local; otro aspecto es la voluntad de darles a los propios vecinos el protagonismo político que les corresponde; presentar iniciativas que aunar en torno a un proyecto dinámico e innovador que aporte valor a nuestros municipios,… que, si a todo eso le ponemos el aderezo necesario del trabajo constante y perseverante, hecho con ganas e ilusión, y se sabe estar unidos en torno a unos mismos propósitos, esa alternativa política conseguirá, de verdad, ganar la confianza y el apoyo de mucha gente.

Haciendo las cosas bien, como hay que hacerlas, de forma inteligente –es decir, ofreciendo soluciones coherentes, incorporando nuevas iniciativas, y estando en estrecho contacto con la gente— se puede conseguir movilizar a muchísimas personas que desean, de verdad, que muchos de nuestros municipios salgan, por fin, de tanta atonía y ausencia de criterio en la gestión, de tanta torpeza y empecinamiento en las actitudes, de tanta descoordinación entre unas y otras instituciones, de tanta falta de proyecto colectivo y de tanta corruptela y descrédito público en el ejercicio de la política. Unas situaciones que, si se dan ahora con tanta frecuencia en Gran Canaria, es por el excesivo poder que tienen esas mayorías locales que, o bien no han aprendido a pensar más allá de lo que tienen entre manos en cada momento -y mucho menos piensan estratégicamente-, o bien piensan poco que en la política no se está por figurar o para servirse de ella, sino que se está porque se tiene voluntad de servir a los demás y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Porque el ejercicio de la política municipal solo tiene sentido cuando se propone y logra, cuando persigue y consigue, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Así entiendo la política, el interés general y el servicio público en todos los ámbitos de actuación, y en el caso de la política municipal con mayor fundamento si cabe. Porque los ayuntamientos, como administraciones más próximas a los ciudadanos, son parte de nosotros: vivimos en municipios, y de los municipios recibimos infinidad de bienes y servicios de forma continua, a veces sin darnos cuenta de ello, por lo que su gestión tiene una enorme incidencia en nuestras vidas.

Es ahí, en los municipios, y no en otro sitio, donde se hace la gran política. Porque la gran política no es más que la coherente articulación de las políticas menudas, esas que se hacen todos los días y a todas horas gestionando los asuntos que nos afectan a todos directamente: las licencias para viviendas, el agua del grifo, la recogida de basuras, la limpieza de las calles, la vivienda para los jóvenes, la atención personalizada a mayores, el mantenimiento de los colegios, el tráfico en las calles, las multas y sanciones de la policía local, la celebración de las fiestas, el acceso para discapacitados, la organización de las competiciones deportivas, y todos esas cosas que hay que decidir en las diversas áreas y que tanto afectan a nuestro desarrollo personal y colectivo.

Precisamente por eso, es en los municipios donde se gana o se pierde unas elecciones, donde se decide la mayoría que va a gobernar, ya no solo en los ayuntamientos, sino también en el Cabildo de Gran Canaria y en el Gobierno de Canarias. De ahí la tremenda importancia que tiene el trabajo en los diversos municipios de la isla donde se aspira a tener representación y, de ser posible, el gobierno. De ahí la tremenda importancia que tiene el esfuerzo de reflexión para orientar los programas electorales y las políticas municipales de futuro.

Para ganar esa batalla, la batalla de ganar la confianza de los vecinos, que va a ser dura y, por tanto, requerir de cada uno el máximo esfuerzo, lo primero que se ha de tener es una estrategia, un norte claro, unos propósitos bien definidos. Porque sin estrategia no se puede convencer, pues la gente sabe perfectamente que un alcalde y sus concejales deben actuar estratégicamente: se les elige para que desarrollen una labor que exige conocer, analizar, diagnosticar, elegir, asignar, distribuir, actuar, evaluar, corregir, consensuar y comunicar; se les elige para que, con su gestión, aporten valor al pueblo o a la ciudad que gobiernan y para que la gente viva cada vez mejor en ellos. Y para actuar de esa forma, para actuar estratégicamente, hay que disponer de voluntad de iniciativa, hay que innovar y emprender, hay que estar atentos a las necesidades y demandas de la gente, hay que saber escuchar y dar respuestas de forma dinámica, y hay que tener coraje e impulso para superar las muchas dificultades que se presentan en el desarrollo de la gestión cotidiana.

Además de tener estrategia y de actuar estratégicamente, para ganar esa batalla decisiva también es preciso aglutinar las máximas voluntades posibles, conformar equipos sólidos y competentes y estar muy bien organizados, tanto por dentro como en el despliegue social que se realice en cada municipio. Elementos decisivos para lograr todo esto serán la capacidad para construir unos programas de actuación desde el consenso y la participación, la habilidad para aglutinar a personas y colectivos en torno a un grupo con liderazgo que genere ilusión y confianza, la dedicación a las responsabilidades y tareas encomendadas por la organización con total entrega, la proyección hacia la sociedad como colectivo unido y cohesionado y, como sucede con todas las cosas, el trabajo constante y perseverante, los empeños personales y colectivos, las ganas e ilusión.

Y yo he visto y sentido, además de buena estrategia y amplias capacidades políticas, muchas ganas e ilusión. Por eso, desde el norte hasta el sur, en el área metropolitana y en las medianías y cumbres de la isla, las mujeres y hombres, las ideas y el compromiso con la sociedad de nuestro tiempo… todo ello será muy importante para los vecinos de nuestros pueblos y ciudades, para los grancanarios y para toda Canarias.

Lejos de la imagen desproporcionada por los medios de comunicación de algunos casos aislados, la responsabilidad política y pública permite que los vecinos tengan unos servicios públicos mejor gestionados y un mayor protagonismo en las decisiones municipales; en nuestra isla, Gran Canaria, tendrán la posibilidad de acceder a un proyecto estratégico con visión de futuro y un mayor protagonismo en la construcción de Canarias, un autogobierno fuerte para todos los canarios y un mayor protagonismo en España y en el mundo.

Gran Canaria en el proyecto nacional de Canarias

Agradeciendo la invitación personal que Coalición Canaria de Gran Canaria me hizo para participar en esta Convención Insular, la acepté con mucho gusto, aunque soy plenamente consciente de que a algunos no les agrada y tratarán de aprovechar mi presencia aquí a título particular para cuestionar mi gestión institucional. Cuando interesa, ¡qué fácil es sembrar la confusión sobre la base de suposiciones! Hasta ahora no he dicho ni una sola palabra al respecto, pero hago mías las que escribió Ortega y Gasset hace ya algún tiempo: “No hay otra manera de educar y hostigar la conciencia pública que hacerla responsable de sus actos”. Y yo hoy, sin representar a institución alguna, solo quiero ser responsable de los míos, reivindicar mi derecho a ser persona comprometida con un proyecto de sociedad y, sobre todo, seguir siendo una persona coherente, y más en un momento en que es tremendamente necesario que todos ayudemos a recuperar ilusiones y aunar esfuerzos para conquistar ese gran futuro para Gran Canaria.

La coherencia personal, sí, ese valor que hoy tan poco se cultiva en una sociedad que practica tanto la hipocresía, es lo que debe motivar nuestras decisiones y actitudes en la vida, y también nuestros compromisos políticos. Porque cuando haces en cada momento lo que crees que debes hacer de acuerdo con tus convicciones, por encima de lo que interesadamente puedan decir de ti, no solo te sientes mejor persona, sino que también estás contribuyendo a construir una sociedad mejor. Por eso estoy aquí, por coherencia personal. Por eso estamos todos aquí, por coherencia colectiva con un proyecto de futuro que aspira a construir una Gran Canaria protagonista en Canarias y una Canarias con protagonismo en el mundo.

Creo en este proyecto; lo siento y lo defiendo. Siempre he pensado que si los canarios no somos capaces de dar solución a nuestros problemas nadie va a venir a resolverlos por nosotros. Por eso nunca me han gustado las correas de transmisión que no tienen capacidad de decisión propia ni los votos cautivos que se pliegan ante poderes ajenos a los intereses de Canarias, que no nos comprenden ni nos defienden. En un mundo como el actual, en el que hay que pensar globalmente y actuar localmente, y en el que cada territorio trata de reafirmar su identidad y hacer valer sus intereses, los canarios seguimos viviendo en unas islas del Atlántico tan pequeñas y vulnerables que solo nos toman en consideración si somos capaces de hacernos fuertes avanzando en la articulación de un proyecto netamente canario, dotado de voz propia y sin ataduras externas, que se proponga como objetivos irrenunciables la construcción de Canarias como sociedad avanzada y culta y la defensa de los intereses canarios.

A estas alturas los canarios ya hemos alcanzado la mayoría de edad como pueblo, gracias al avance realizado en educación y cultura, en conocimiento y capacidad innovadora, en creación de riqueza y empleo, en salud y atención social, en autogobierno y reconocimiento de nuestras singularidades. Sabemos, además, que estos logros se han debido en gran medida a la existencia de un nacionalismo positivo en Canarias, que obliga a las demás opciones políticas a contar con Coalición Canaria, a pensar en clave canaria y a tener en cuenta los intereses canarios tanto en España como en Europa. Pues bien, ahora que por fin hemos conseguido una cierta capacidad de decisión después de tantos años de incomprensión y olvido, los canarios no podemos permitirnos el lujo de que nuestras decisiones vuelvan a ser tomadas por otros desde fuera del Archipiélago mientras nosotros nos debilitamos en estériles enfrentamientos internos.

Los que creemos que es vital para Canarias la permanente reinvención de Coalición Canaria como expresión genuina de ese proyecto propio, vivo y cambiante, que continuamente debe adaptarse a los tiempos, no debemos consentir que todas las fuerzas acumuladas hasta ahora, resultado del intenso trabajo que se ha hecho y se sigue haciendo en tantos municipios e islas, en el gobierno de Canarias, en el Estado y en Europa, se debiliten por la existencia de algunos desaciertos propios, que es necesario reconocer con humildad y enmendar con valentía, y no pocos hostigamientos externos, a los que es preciso hacer frente con capacidad y decisión. Y para ello se requiere ganar en autoestima y conquistar cada día la estima de los demás, superando con arrestos suficientes tanto el cansancio que pueda haber en algunos por tanta entrega a la política como la pasividad en que hayamos podido incurrir los que la seguimos desde la distancia. Precisamente por eso, porque entramos en un momento crucial para ganar definitivamente nuestro futuro, pienso que está llegando el momento de que todos los que vemos imprescindible que Canarias tenga un proyecto político propio –y somos muchos los canarios que pensamos así— nos comprometamos decididamente con él, dejando atrás nuestros temores y resistencias a la participación activa en la política y procurando aportar lo mejor de nosotros para ayudar a hacer una buena gestión pública, con dedicación e ilusión, con competencia y eficacia, con honestidad y transparencia.
En ese proceso de construcción permanente de un proyecto nacional propio, forjado desde Canarias y por todos los canarios, Gran Canaria tiene que desempeñar un fuerte protagonismo, acorde con las enormes capacidades de que disponemos. Nuestra isla siempre se ha caracterizado por su empuje económico, por su dinamismo social, por su creatividad intelectual, por su decisiva aportación a la construcción de Canarias y por su capacidad de adaptación a los cambios del entorno en un mundo cada vez más interdependiente. Si repasamos un poco la historia –y siempre es bueno no perder la memoria histórica—, constatamos que los momentos en que Gran Canaria ha estado más activa y vigorosa coinciden con los de mayores logros para Canarias, mientras que los momentos en que Gran Canaria ha estado pasiva y debilitada se ralentiza el progreso de toda Canarias. Si esto ha sido siempre así, más lo será en el futuro, por las fortalezas que tenemos y las oportunidades que se nos presentan para el ejercicio de nuestro protagonismo.

Por contrastar las nuevas realidades que se abren paso con las que existían en un pasado no muy lejano, pensemos solamente en el enorme potencial de capital humano e intelectual con que contamos: jóvenes más preparados que nunca, universitarios con ganas de comerse el mundo, emprendedores que desean poner en marcha un nuevo negocio, directivos y mandos de empresas que apuestan por la innovación, personal de la administración empeñados en la mejora de la gestión pública, profesionales competentes para la prestación de servicios de calidad,… Y disponemos de estas capacidades, por primera vez en nuestra historia, en un momento en que se extiende la sociedad del conocimiento, que con el uso intensivo de las tecnologías de la información y las comunicaciones facilita la superación del aislamiento insular y la proyección de nuestra actividad fuera del Archipiélago. La constatación de todo esto es que ya no importamos mano de obra cualificada, como antes, sino que tenemos un problema de fuga de cerebros, mientras nos asola la amenaza de la superpoblación por el fenómeno de la inmigración.

La pregunta salta a la vista. ¿No merece la pena, por muchos esfuerzos que nos cueste, que todo este inmenso caudal de energías acumuladas, gracias al esfuerzo que han hecho nuestros padres por darnos educación, se pongan intensamente al servicio del progreso de nuestra isla y de la mejora de la calidad de vida de nuestra gente con el relanzamiento de un proyecto político para la isla que le haga recobrar su dinamismo y su protagonismo en la construcción de Canarias?

Creo que sí, que esta tarea inmensa merece la pena. Por ello es preciso seguir trabajando en la articulación de un proyecto coherente para Gran Canaria. Un proyecto innovador e ilusionante, que sea capaz de galvanizar todas las nuevas fuerzas que están activas en la sociedad para aportar las mejores soluciones concretas a los problemas reales de la gente. Un proyecto insular pensado en clave de solidaridad que vaya más allá del municipio o del barrio en el que se vive y ofrezca alternativas consistentes a los problemas generales de la isla. Un proyecto que apueste por el desarrollo sostenible y equilibrado de todas las comarcas insulares, sin exclusiones, pero también sin pretensiones exclusivas para ningún municipio o grupo de presión determinado. Un proyecto integrador en el que todos los sectores económicos y agentes sociales vean reflejadas sus preocupaciones y anhelos, porque se cuenta con ellos para su elaboración y puesta en práctica. Un proyecto para las personas, en el que se anteponga la defensa de los intereses generales por encima de otras consideraciones, incluso por encima de los intereses del partido. Un proyecto ejecutado por personas con sentido de la responsabilidad social, que se propongan aplicar los principios del buen gobierno en la gestión pública y hacer frente con rectitud a todo tipo de corruptelas y aprovechamientos ilícitos. Un proyecto con alturas de miras y sensatez –¡nada más y nada menos!— que aúne voluntades en torno a unas metas colectivas bien definidas a partir de una auténtica visión estratégica del importante papel que le corresponde desempeñar a Gran Canaria en Canarias y en el mundo.

Un proyecto como éste, tan necesario para Gran Canaria y para todas las islas, no es posible diseñarlo ni ponerlo en práctica al margen del proyecto nacional de Canarias, desde la vía estrecha del insularismo grancanario al que ahora se quieren apuntar tantos, como si fuéramos tontos. De la misma forma, tampoco es posible la articulación de un proyecto nacional sólido para Canarias sin contar con la decisiva participación de Gran Canaria, desde el otro insularismo igual de estrecho que también debemos combatir sin remilgos y al que a menudo se apuntan los que se dicen regionalistas, como si estuviéramos en una tómbola. Por eso creo que en estos momentos sigue siendo tan necesaria Coalición Canaria para Gran Canaria. Además de ser la única vía ancha, común a todas las islas, por la que podemos transitar sin ataduras ni dependencias externas de ningún tipo; también es la única casa propia que los grancanarios podemos construir desde dentro (que es como se construyen bien las cosas: aglutinando intereses, sumando fuerzas, equilibrando poderes), construir desde dentro –digo— ese proyecto nacional canario en el que el protagonismo de Gran Canaria es esencial.
Creo, sinceramente, que en estos momentos de letargo y confusión muchas personas preocupadas por la isla y por la defensa de los intereses canarios están pidiendo a gritos que seamos capaces de impulsar con fuerza ese proyecto de futuro innovador e ilusionante, dotado de credibilidad y solvencia, que tanto urge. Me consta que ya se está haciendo mucho para ello, desde diferentes ámbitos de actuación, pero aún queda mucho más por hacer. La labor es ardua y, desde luego, nada fácil. Pero estoy convencido de que si todos empujamos con fuerza en la misma dirección, uniendo todas las voluntades individuales en torno a un proyecto colectivo, en el que nadie –absolutamente nadie— sobra, y al que hay que atraer a otros muchos –a muchísimos más—, a buen seguro que entre todos lo conseguiremos.
Para ello es necesario seguir abriendo todas las puertas de par en par y acoger las nuevas iniciativas que están surgiendo con fuerza en nuestra sociedad. También, dar la cara continuamente y comunicar lo que hacemos y por qué lo hacemos, así como lo que haremos y para qué lo haremos. Y finalmente, demostrar en el día a día de la práctica cotidiana, allí donde cada uno de nosotros estemos, que tenemos un proyecto coherente para Gran Canaria y para Canarias, que diseñamos estrategias y emprendemos acciones de mejora en beneficio colectivo, que gestionamos con rigor y solvencia los asuntos públicos, y que estamos aquí para servir a la sociedad y no para servirnos de ella.

En este empeño colectivo, les doy las gracias, de verdad, por contar conmigo. Y también les digo, que cuando llegue el momento oportuno, una vez finalice mi labor en las responsabilidades que hoy tengo encomendadas, me tendrán a su disposición, sin pretensión personal alguna, encantado de poder echar una mano en lo que haga falta para impulsar este proyecto tan imprescindible para el progreso de nuestra Tierra y el bienestar de nuestra gente, que es lo más importante que tenemos en esta vida y a la que merece la pena entregarnos en cuerpo y alma. Muchos ánimos a todos, y… a seguir trabajando, que el tiempo apremia.

(Discurso pronunciado en la convención insular de Gran Canaria de Coalición Canaria)

No agredan a la Universidad, por favor

Si algunos se molestan con este artículo, lo siento mucho. Hasta ahora he guardado pacientemente un discreto silencio sobre el penúltimo episodio (¿hasta cuándo?) del pleito insular en torno a la cuestión universitaria. Pero llega un momento en que el silencio puede derivar en complicidad, y yo no quiero ser cómplice de cualquier agresión contra la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Me refiero a esa especie de cruzada que ha desatado el Partido Socialista Canario en la prensa y en las instituciones de la isla de Tenerife a propósito de la situación financiera en que se encuentra la Universidad de La Laguna. Una retahíla de declaraciones y editoriales abundan hasta la saciedad en lo que denominan el maltrato, atropello o la maniobra del Gobierno de Canarias para discriminar, dejar morir o cargarse con impunidad total a la ULL mientras concede un trato de favor a la ULPGC, que es la mejor financiada, por supuesto. Hete aquí que no tienen reparos en argumentar que todo eso constituye una trama urdida con mi connivencia al objeto de comisionarme políticamente, y ello a costa de la otra universidad, que –no podía ser de otra forma— es la independiente. ¡Vivir para creer! En broma he llegado a decir que ya solo falta que me pongan escuchas telefónicas para buscar indicios de mi presunto delito, que al parecer es no ser de la cuerda de algunos. Pero jugar con la Universidad para hacer política estrecha de corte insularista no es ninguna broma.

Por ofrecer algunos datos serios: ¿Alguien en su sano juicio puede creerse que hay un trato de favor hacia la ULPGC que, contando con un número similar de estudiantes, ha recibido durante los últimos cinco años en torno a 70 millones de euros menos que la otra, que se dice pronto? ¿Alguna vez se ha demostrado que tal desequilibrio se deba a la existencia de una plantilla más consolidada, y por tanto más costosa, cuando ese superior coste no sobrepasa el 25% del diferencial existente?

Por constatar algunos hechos, también serios: si los contratos-programa a que nos obligamos las universidades están para cumplirse, ¿alguien ha explicado cómo ha sido posible cerrar un ejercicio presupuestario en números rojos cuando se ha recibido financiación extraordinaria para sanear el déficit acumulado sin que esos fondos puedan destinarse a cubrir otros gastos? ¿Por qué se agitan todas estas aguas de la financiación universitaria justamente después de que, por primera vez en la historia, exista una cierta paridad, una paridad relativa, en la asignación de recursos que reciben las universidades canarias por estudiante, tal y como estaba previsto desde hace mucho tiempo?

Finalmente, por entrar en el tema de las politizaciones y las independencias universitarias, también un asunto serio si queremos construir universidades libres de cualquier tipo de ataduras políticas: ¿Resulta prudente apelar a la independencia cuando se instrumentaliza políticamente una huelga de profesores o se emprenden cruzadas mediáticas por motivaciones políticas? Hablemos en serio, de verdad, sin agresiones ni descalificaciones. Hablemos, pues, de modelos. De modelos de universidad, modelos de financiación universitaria y modelos de gestión de la Universidad. Hablemos del modelo al que todas las universidades públicas han de tender, financiadas con suficiencia sobre la base de criterios objetivos. Hablemos de que, en ese contexto y con el reto de la convergencia europea en el horizonte del año 2010, las universidades no podemos liarnos la manta a la cabeza y contratar todos los años más y más profesores para contentar a las clientelas internas, mientras permanece estancado o decrece el número de estudiantes a los que prestamos servicios. Hablemos, por qué no, de que las universidades canarias actualmente son las que están mejor financiadas del Estado (que no lo oiga el Gobierno) y que las propias instituciones académicas han de ser las primeras defensoras del sistema público del estado del bienestar sin riesgo de quiebra financiera. Hablemos de que las universidades no pueden ser agentes de innovación y modernización, de transformación social en su entorno de influencia, si la sociedad percibe que en ellas hacemos lo que nos venga en gana o nos convenga a nuestros intereses corporativos, y que, por tanto, solo podremos cumplir esa alta misión si somos capaces de responder a las demandas que nos plantea la sociedad que nos financia. Hablemos de todo ello y de mucho más si hace falta, con rigor, coherencia y datos contrastados. Para esto siempre me tendrán a entera disposición, y si es necesario enfrentándome al Gobierno, sea del color que sea, que en eso creo tener alguna experiencia. Me encantaría hacerlo, además, al lado de la Universidad de La Laguna, a la que quiero algo más de lo que algunos pretenden quererla. Para lo otro, para el politiqueo partidista de la ínsula, sencillamente no estoy disponible. Por eso, solo les pido que si quieren meterse conmigo para desacreditarme, porque ahora interese políticamente a algunos, al menos tengan la elegancia y el decoro de hacerlo sin agredir a la Universidad, por favor.

Permítanme, por último, que no desaproveche esta ocasión para dejar caer algún comentario a propósito de la cruzada en la que se ha embarcado el Partido Socialista Canario, con el Sr. Martinón en versión isla y la Sra. Padrón en el papel de región-isla, ambos apoyados por el Gran editorialista de El Día. Como la coherencia de planteamientos y la ecuanimidad en el trato son principios básicos que deben guiar las actuaciones de los representantes públicos, no puedo dejar de preguntarme con amargura: ¿Son los discursos del Sr. Martinón y de la Sra. Padrón el “discurso regional” de su partido? ¿Para qué diantre se pretende dar mayor entidad a “lo regional” sobre “las ínsulas” si después lo que prima siempre es la conveniencia de partido? ¿Dónde está en todo este asunto, por cierto, la voz del Partido Socialista en Gran Canaria, algunos de cuyos militantes y simpatizantes de la ULPGC me están alentando a que actúe? ¿Se van a seguir anteponiendo los intereses partidistas y electoralistas a los intereses generales en el tratamiento de las cuestiones universitarias pendientes, que son claves para fortalecer unas universidades canarias de calidad, eficientes y al servicio de la sociedad, es decir, bien gestionadas?

Planteo estas preguntas finales sin ánimo de politizar el debate, pues han sido otros quienes lo han politizado en exceso, sino con el propósito de que realmente sirvan para la reflexión y la inmediata rectificación, que es lo que procede. Si no la hay, y continúan las agresiones verbales de unos y los silencios cómplices de otros, aguantaré el chaparrón, que presiento no ha hecho más que comenzar, y me lo tomaré con humor: echaré manos del refranero español para parafrasear: guárdeme Dios de ciertos regionalismos, que de los insularismos me guardo yo.