CANARIAS NO QUIERE MIRAR HACIA ATRÁS

Acaba ya la campaña electoral. No sé si habremos conseguido nuestro propósito de hacer llegar a todos los canarios nuestras propuestas concretas para dar solución a los problemas actuales y afrontar con renovada ilusión los grandes retos de futuro. Pero al menos nos cabe la satisfacción de haberlo intentado.

Desde Coalición Canaria hemos hablado de la oportunidad que tenemos de emprender la segunda modernización, de la necesidad de dar ese giro social que nos proporcione mayor cohesión y calidad de vida, del imprescindible fortalecimiento de nuestra capacidad de autogobierno y del empeño que hemos de poner en la internacionalización de nuestros productos, servicios y conocimientos. Hemos propuesto los ejes básicos de un proyecto de ciudad global para hacer de Las Palmas de Gran Canaria la capital del Atlántico Sur. Hemos propuesto siete grandes planes comarcales para hacer de Gran Canaria un potente motor de desarrollo económico y social. Y hemos propuesto 1.100 acciones para consolidar a Canarias como una sociedad moderna, culta y avanzada, capaz de desempeñar un protagonismo activo en el mundo.

Pero ha sido difícil, sumamente difícil, que pudieran hacerse oír todas nuestras propuestas de futuro entre tanta bronca provocada por la resurrección del pasado. Algunos partidos han estado mucho más ocupados en atacar a sus adversarios políticos que en defender sus propias propuestas electorales, si es que las tienen. Dos de ellos particularmente, NC y PSOE, han puesto toda la carne en el asador para que se hablara lo menos posible de programas. En NC no creo que merezca la pena detenernos mucho, porque hasta puede resultar lógico que su discurso se centre en el pasado dada la escasa relevancia que va a tener en el futuro. Pero el caso del PSOE es más significativo por las grandes responsabilidades que tiene en el gobierno de España. Dejando para la historia aquello del “talante”, algunos de sus miembros han embarcado con destino a Canarias no solo a un candidato, sino también la crispación de la vida política nacional, orientando toda la campaña electoral hacia planteamientos puramente maniqueos: los buenos contra los malos, los limpios contra los sucios, el todo contra la nada; el discurso de las dos Españas, en suma, que creíamos afortunadamente ya superado.

¿Por qué este empeño? Quizás sea bueno recordar ahora que desde hace ya tiempo el PSOE se propuso un objetivo irrenunciable: coger el poder en Canarias sea como fuera: ahora o nunca –se dijeron después de las últimas elecciones generales. Y como era preciso ganar a toda costa “la guerra” que se anunciaba en el Manual de Campaña, había que desencadenar una crisis prebélica. En esa etapa previa –tal y como se decía en los viejos catecismos estructuralistas de los años sesenta— se trataba de crear “las condiciones objetivas” necesarias para el asalto al poder; es decir, había que generar un clima propicio al “cambio”. Aprovechando las corruptelas que algunos les sirvieron en bandeja, se empeñaron en sembrar la sombra de la sospecha sobre todo lo que no estuviera en sus “limpias manos”, aunque eso requiriera saltarse a la torera el sigilo profesional con que deben conducirse las actuaciones policiales y judiciales para asegurar su eficacia en la lucha contra la corrupción.

Una vez creado ese clima, en la campaña electoral debía alcanzarse el imprescindible clímax político para dar el salto al poder. No hacía falta detenerse mucho a analizar la realidad canaria para tratar de dar respuestas a sus necesidades actuales. Por eso el programa electoral era lo de menos: total, como son pocos electores los que se leen los programas, da lo mismo lo que se ponga en ellos, por lo que poca importancia puede tener copiarse alguno que ande colgado en la red. Lo importante era que el mensaje del “cambio” (ya convertido en puro “cambiazo”) calara hondo: aquí no se ha hecho nada bien, todo está podrido y sucio, nada de lo que hay nos vale. Al fin y al cabo, todo recurso es bueno para ganar una guerra, y más el de la propaganda fácil que no se atiene a muchas argumentaciones: ya se sabe, propaga, que siempre queda. Y en esa dinámica ha estado enrocado el candidato a Presidente del PSOE durante toda la campaña electoral. ¿Pensarán algunos que solo pueden ganar elecciones en situaciones extremas de crisis, ya sean reales o forzadas?

Los que piensen así van a salir derrotados el próximo domingo. Canarias no está en crisis, sino en el mejor momento de su historia. Los canarios sabemos bien donde estábamos hace 14 años y donde estamos ahora, y también somos conscientes del tremendo esfuerzo que nos ha costado alcanzar lo que hoy tenemos, sobre todo teniendo en cuenta los déficits históricos que arrastrábamos. Hoy ya somos un pueblo maduro, con identidad propia, que goza de educación y salud, que creamos riqueza y disfrutamos de un aceptable nivel de bienestar, que sabemos luchar por nuestras singularidades y derechos, y que tenemos capacidad para salir de nuestro aislamiento secular y proyectarnos hacia el mundo, porque ya hemos adquirido habilidades y conocimientos para emprender e innovar. Claro que tenemos carencias y distorsiones, por supuesto, y de eso se trata: de mejorar en los próximos años, de seguir avanzando en lo mucho que nos queda por hacer para ganar nuestro futuro. Pero ya no necesitamos que nos tutelen, ni tampoco que nos intenten arrastrar por la pendiente de la confrontación. No; Canarias no quiere mirar hacia atrás, sino hacia delante, con confianza en sí misma y en sus posibilidades. En eso estamos.

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