Un buen gobierno con proyecto de futuro y protagonismo colectivo

La existencia de un gobierno canario pensado desde Canarias y para los canarios ha sido un factor decisivo para alcanzar los niveles históricos de desarrollo económico y de bienestar social que el Archipiélago ha alcanzado en los últimos años. Y en un momento como éste, en que los canarios hemos de afrontar los nuevos desafíos –de presión demográfica, de competitividad económica y de bienestar social— que nos plantea un mundo cada vez más globalizado, no podemos dar un paso atrás en esa dirección canaria de la política de Canarias.

Hoy seguimos necesitando un gobierno autónomo fuerte. Un gobierno que defienda por encima de todo, tanto en España como en Europa, los intereses canarios, pensados desde Canarias y para dar soluciones a los problemas canarios. Un gobierno que impulse las nuevas competencias autonómicas, sin temores ni complejos de ningún tipo. Un gobierno que siga teniendo como prioridades esenciales el fortalecimiento de nuestras singularidades, la articulación del Archipiélago como una tierra única, la potenciación del desarrollo económico y social sostenible, y la consolidación del estado de bienestar social que hemos conquistado con tantos esfuerzos.

Y, sobre todo, necesitamos un gobierno con visión estratégica que lidere los cambios necesarios que es preciso impulsar en este momento para ganar definitivamente nuestro futuro. Cambios en la economía, apostando decididamente por la nueva economía; en la ordenación territorial, gestionando adecuadamente nuestro recurso más escaso y crítico, que es el territorio; en la administración pública, propiciando un auténtico proceso de modernización en su seno para hacerla más ágil, eficiente y comprometida con su misión de servicio público, y cambios en la acción exterior, aprovechando las oportunidades que se nos presentan para jugar el papel geoestratégico que nos corresponde desempeñar como archipiélago atlántico. Un gobierno, en suma, que facilite las condiciones materiales y mentales para que los canarios podamos ser definitivamente dueños de nuestro destino, canalizando productivamente ese enorme caudal de capital humano e intelectual de que disponemos actualmente, con una juventud mejor preparada que nunca, para ponerlo al servicio de nuestro desarrollo económico y social, para construir entre todos, con la participación de todas las islas, un proyecto de futuro para Canarias –como pueblo maduro que somos, tras haber superado nuestro atraso histórico—, que nos permita consolidarnos como una sociedad avanzada y culta con un protagonismo activo en el mundo.

Y junto a un gobierno autónomo firmemente comprometido con la consecución de esas nuevas metas, también necesitamos unos ayuntamientos y unos cabildos que gobiernen con credibilidad y solvencia, especialmente en Gran Canaria, donde hemos padecido últimamente la falta de un proyecto político con visión estratégica que haga valer el enorme peso que nuestra isla tiene en el proceso de construcción de Canarias. Sí, Gran Canaria necesita un gobierno insular y unos gobiernos municipales eficientes, transparentes y con una gestión estratégicamente orientada a aprovechar las fortalezas que tenemos, que no son pocas, y las oportunidades que se nos presentan, que son importantes, para desempeñar nuestro protagonismo en ese proyecto único de Canarias y poder alcanzar mayores cotas de progreso económico y de bienestar social con el resto de las islas.

Para ello es preciso dotarnos de un gobierno insular con capacidad para liderar la construcción de un proyecto colectivo de isla con visión de futuro. Ese liderazgo insular solo puede ser forjado por un gobierno que integre y no excluya, que acuerde y no imponga, que desarrolle los instrumentos de planificación y programación insulares y no los aparque indefinidamente, que distribuya fondos públicos con criterios ecuánimes y transparentes y no en función del color político que tenga cada municipio, que se ponga a hacer sus propios deberes en vez de echarle las culpas a los demás y que convenza a todos con una gestión solvente sin necesidad de tener que vencer a nadie para desarrollarla.

Y, junto a ese nuevo liderazgo insular, también es necesario articular proyectos municipales firmemente comprometidos con el desarrollo local y, al mismo tiempo, corresponsables del desarrollo insular. Gobiernos municipales preocupados por dar soluciones a los problemas de los vecinos y prestar servicios eficientes, pero también dispuestos a acoger en su seno infraestructuras y servicios insulares y a participar activamente en el desarrollo de proyectos que beneficien a todos los canarios. Gobiernos municipales que tengan un proyecto de ciudad o un proyecto de pueblo que ofrecer a los ciudadanos y construir con la participación de todos los agentes locales, pero que también participen mancomunadamente en un proyecto de comarca en el marco de un proyecto de isla y de un proyecto nacional para toda Canarias.

En definitiva, necesitamos un gobierno insular y unos gobiernos municipales que busquen el consenso y no la confrontación permanente; que defiendan la isla sin caer en el insularismo penoso –es decir, que no hagan del pleito insular la bandera con la que tapar sus propias vergüenzas—, y que defiendan la localidad sin caer en el localismo ramplón –es decir, que no utilicen al municipio para desentenderse de los problemas de la isla—. Unos gobiernos que se coordinen unos con otros para resolver conjuntamente los problemas comarcales e insulares, y que propicien la participación del sector privado, de los agentes sociales y de los ciudadanos en el desarrollo de las políticas públicas. Unos gobiernos que informen y eduquen a la sociedad, pero que también sean capaces de aprender de ella y nutrirse de las ideas y proyectos que surgen de su seno, propiciando un auténtico reencuentro de la política con la sociedad civil. Unos gobiernos que practiquen la buena gobernanza de las instituciones públicas, asumiendo como principios esenciales de su gestión la transparencia, la responsabilidad social, el carácter consecuente de las decisiones, el fomento de la participación ciudadana y la sensibilidad a las necesidades y aspiraciones de la población canaria.

Porque, para afrontar colectivamente los desafíos que se le presentan a Gran Canaria y a Canarias entera en un mundo tan complejo, diverso e interconectado como el actual, es necesario tener proyecto colectivo con visión de futuro, unir todas las fuerzas posibles para ponerlo en práctica, gestionar bien los recursos públicos y propiciar –desde dentro de las instituciones y también fuera de ellas— un cambio profundo en las relaciones entre el poder político y la sociedad civil, recuperando la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas y en la democracia.

Cada vez estoy más convencido que Coalición Canaria es la única fuerza que puede asumir este compromiso de buen gobierno con proyecto de futuro y protagonismo colectivo sin sometimiento alguno a intereses ajenos a Canarias, puesto que es el único partido que en las islas no tiene que digerir imposiciones externas –ni de candidatos teledirigidos, ni de programas de gobierno recortados y pegados, ni de políticas con las cartas marcadas. Y cada vez estoy más convencido, también, que Coalición Canaria de Gran Canaria, ya definitivamente recuperada, es la fuerza que decide que ese compromiso político pueda ser llevado efectivamente a la práctica, puesto que es el único partido que hoy por hoy tiene proyecto de futuro para Gran Canaria, para sus diferentes comarcas y para todos sus municipios (como lo prueba la excelente ponencia programática que hoy debatimos en este Congreso). Y tenemos ese proyecto de futuro que tanto ansían los grancanarios en el marco de un proyecto de futuro para toda Canarias como pueblo maduro y responsable, un proyecto que Gran Canaria nunca podrá construir sola, cierto, pero que tampoco podrá construirse sin ella.

Estamos, pues, en un excelente momento para generar ilusión y confianza en torno a un proyecto político de futuro para Las Palmas de Gran Canaria, para Gran Canaria y sus diferentes comarcas, y para Canarias entera. Aprestémonos a aprovecharlo sin demora, con decisión y valentía, que el futuro siempre sonríe a aquellos que tienen un proyecto para ganarlo, hecho con la cabeza y también con el corazón.

Política municipal, la gran política

Se avecinan unas nuevas elecciones municipales y autonómicas. En ellas los partidos disputarán el poder municipal. Pero hay varias cuestiones que posibilitan ser una fuerza decisiva para gobernar los ayuntamientos en numerosas ciudades y pueblos de nuestra isla.

Para alcanzar ese objetivo es preciso contar con una gran cantidad de propuestas sólidas que ofrecer para mejorar los servicios municipales; también es necesario presentar numerosas capacidades personales y colectivas que poner al servicio de la gestión local; otro aspecto es la voluntad de darles a los propios vecinos el protagonismo político que les corresponde; presentar iniciativas que aunar en torno a un proyecto dinámico e innovador que aporte valor a nuestros municipios,… que, si a todo eso le ponemos el aderezo necesario del trabajo constante y perseverante, hecho con ganas e ilusión, y se sabe estar unidos en torno a unos mismos propósitos, esa alternativa política conseguirá, de verdad, ganar la confianza y el apoyo de mucha gente.

Haciendo las cosas bien, como hay que hacerlas, de forma inteligente –es decir, ofreciendo soluciones coherentes, incorporando nuevas iniciativas, y estando en estrecho contacto con la gente— se puede conseguir movilizar a muchísimas personas que desean, de verdad, que muchos de nuestros municipios salgan, por fin, de tanta atonía y ausencia de criterio en la gestión, de tanta torpeza y empecinamiento en las actitudes, de tanta descoordinación entre unas y otras instituciones, de tanta falta de proyecto colectivo y de tanta corruptela y descrédito público en el ejercicio de la política. Unas situaciones que, si se dan ahora con tanta frecuencia en Gran Canaria, es por el excesivo poder que tienen esas mayorías locales que, o bien no han aprendido a pensar más allá de lo que tienen entre manos en cada momento -y mucho menos piensan estratégicamente-, o bien piensan poco que en la política no se está por figurar o para servirse de ella, sino que se está porque se tiene voluntad de servir a los demás y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Porque el ejercicio de la política municipal solo tiene sentido cuando se propone y logra, cuando persigue y consigue, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Así entiendo la política, el interés general y el servicio público en todos los ámbitos de actuación, y en el caso de la política municipal con mayor fundamento si cabe. Porque los ayuntamientos, como administraciones más próximas a los ciudadanos, son parte de nosotros: vivimos en municipios, y de los municipios recibimos infinidad de bienes y servicios de forma continua, a veces sin darnos cuenta de ello, por lo que su gestión tiene una enorme incidencia en nuestras vidas.

Es ahí, en los municipios, y no en otro sitio, donde se hace la gran política. Porque la gran política no es más que la coherente articulación de las políticas menudas, esas que se hacen todos los días y a todas horas gestionando los asuntos que nos afectan a todos directamente: las licencias para viviendas, el agua del grifo, la recogida de basuras, la limpieza de las calles, la vivienda para los jóvenes, la atención personalizada a mayores, el mantenimiento de los colegios, el tráfico en las calles, las multas y sanciones de la policía local, la celebración de las fiestas, el acceso para discapacitados, la organización de las competiciones deportivas, y todos esas cosas que hay que decidir en las diversas áreas y que tanto afectan a nuestro desarrollo personal y colectivo.

Precisamente por eso, es en los municipios donde se gana o se pierde unas elecciones, donde se decide la mayoría que va a gobernar, ya no solo en los ayuntamientos, sino también en el Cabildo de Gran Canaria y en el Gobierno de Canarias. De ahí la tremenda importancia que tiene el trabajo en los diversos municipios de la isla donde se aspira a tener representación y, de ser posible, el gobierno. De ahí la tremenda importancia que tiene el esfuerzo de reflexión para orientar los programas electorales y las políticas municipales de futuro.

Para ganar esa batalla, la batalla de ganar la confianza de los vecinos, que va a ser dura y, por tanto, requerir de cada uno el máximo esfuerzo, lo primero que se ha de tener es una estrategia, un norte claro, unos propósitos bien definidos. Porque sin estrategia no se puede convencer, pues la gente sabe perfectamente que un alcalde y sus concejales deben actuar estratégicamente: se les elige para que desarrollen una labor que exige conocer, analizar, diagnosticar, elegir, asignar, distribuir, actuar, evaluar, corregir, consensuar y comunicar; se les elige para que, con su gestión, aporten valor al pueblo o a la ciudad que gobiernan y para que la gente viva cada vez mejor en ellos. Y para actuar de esa forma, para actuar estratégicamente, hay que disponer de voluntad de iniciativa, hay que innovar y emprender, hay que estar atentos a las necesidades y demandas de la gente, hay que saber escuchar y dar respuestas de forma dinámica, y hay que tener coraje e impulso para superar las muchas dificultades que se presentan en el desarrollo de la gestión cotidiana.

Además de tener estrategia y de actuar estratégicamente, para ganar esa batalla decisiva también es preciso aglutinar las máximas voluntades posibles, conformar equipos sólidos y competentes y estar muy bien organizados, tanto por dentro como en el despliegue social que se realice en cada municipio. Elementos decisivos para lograr todo esto serán la capacidad para construir unos programas de actuación desde el consenso y la participación, la habilidad para aglutinar a personas y colectivos en torno a un grupo con liderazgo que genere ilusión y confianza, la dedicación a las responsabilidades y tareas encomendadas por la organización con total entrega, la proyección hacia la sociedad como colectivo unido y cohesionado y, como sucede con todas las cosas, el trabajo constante y perseverante, los empeños personales y colectivos, las ganas e ilusión.

Y yo he visto y sentido, además de buena estrategia y amplias capacidades políticas, muchas ganas e ilusión. Por eso, desde el norte hasta el sur, en el área metropolitana y en las medianías y cumbres de la isla, las mujeres y hombres, las ideas y el compromiso con la sociedad de nuestro tiempo… todo ello será muy importante para los vecinos de nuestros pueblos y ciudades, para los grancanarios y para toda Canarias.

Lejos de la imagen desproporcionada por los medios de comunicación de algunos casos aislados, la responsabilidad política y pública permite que los vecinos tengan unos servicios públicos mejor gestionados y un mayor protagonismo en las decisiones municipales; en nuestra isla, Gran Canaria, tendrán la posibilidad de acceder a un proyecto estratégico con visión de futuro y un mayor protagonismo en la construcción de Canarias, un autogobierno fuerte para todos los canarios y un mayor protagonismo en España y en el mundo.

Gran Canaria en el proyecto nacional de Canarias

Agradeciendo la invitación personal que Coalición Canaria de Gran Canaria me hizo para participar en esta Convención Insular, la acepté con mucho gusto, aunque soy plenamente consciente de que a algunos no les agrada y tratarán de aprovechar mi presencia aquí a título particular para cuestionar mi gestión institucional. Cuando interesa, ¡qué fácil es sembrar la confusión sobre la base de suposiciones! Hasta ahora no he dicho ni una sola palabra al respecto, pero hago mías las que escribió Ortega y Gasset hace ya algún tiempo: “No hay otra manera de educar y hostigar la conciencia pública que hacerla responsable de sus actos”. Y yo hoy, sin representar a institución alguna, solo quiero ser responsable de los míos, reivindicar mi derecho a ser persona comprometida con un proyecto de sociedad y, sobre todo, seguir siendo una persona coherente, y más en un momento en que es tremendamente necesario que todos ayudemos a recuperar ilusiones y aunar esfuerzos para conquistar ese gran futuro para Gran Canaria.

La coherencia personal, sí, ese valor que hoy tan poco se cultiva en una sociedad que practica tanto la hipocresía, es lo que debe motivar nuestras decisiones y actitudes en la vida, y también nuestros compromisos políticos. Porque cuando haces en cada momento lo que crees que debes hacer de acuerdo con tus convicciones, por encima de lo que interesadamente puedan decir de ti, no solo te sientes mejor persona, sino que también estás contribuyendo a construir una sociedad mejor. Por eso estoy aquí, por coherencia personal. Por eso estamos todos aquí, por coherencia colectiva con un proyecto de futuro que aspira a construir una Gran Canaria protagonista en Canarias y una Canarias con protagonismo en el mundo.

Creo en este proyecto; lo siento y lo defiendo. Siempre he pensado que si los canarios no somos capaces de dar solución a nuestros problemas nadie va a venir a resolverlos por nosotros. Por eso nunca me han gustado las correas de transmisión que no tienen capacidad de decisión propia ni los votos cautivos que se pliegan ante poderes ajenos a los intereses de Canarias, que no nos comprenden ni nos defienden. En un mundo como el actual, en el que hay que pensar globalmente y actuar localmente, y en el que cada territorio trata de reafirmar su identidad y hacer valer sus intereses, los canarios seguimos viviendo en unas islas del Atlántico tan pequeñas y vulnerables que solo nos toman en consideración si somos capaces de hacernos fuertes avanzando en la articulación de un proyecto netamente canario, dotado de voz propia y sin ataduras externas, que se proponga como objetivos irrenunciables la construcción de Canarias como sociedad avanzada y culta y la defensa de los intereses canarios.

A estas alturas los canarios ya hemos alcanzado la mayoría de edad como pueblo, gracias al avance realizado en educación y cultura, en conocimiento y capacidad innovadora, en creación de riqueza y empleo, en salud y atención social, en autogobierno y reconocimiento de nuestras singularidades. Sabemos, además, que estos logros se han debido en gran medida a la existencia de un nacionalismo positivo en Canarias, que obliga a las demás opciones políticas a contar con Coalición Canaria, a pensar en clave canaria y a tener en cuenta los intereses canarios tanto en España como en Europa. Pues bien, ahora que por fin hemos conseguido una cierta capacidad de decisión después de tantos años de incomprensión y olvido, los canarios no podemos permitirnos el lujo de que nuestras decisiones vuelvan a ser tomadas por otros desde fuera del Archipiélago mientras nosotros nos debilitamos en estériles enfrentamientos internos.

Los que creemos que es vital para Canarias la permanente reinvención de Coalición Canaria como expresión genuina de ese proyecto propio, vivo y cambiante, que continuamente debe adaptarse a los tiempos, no debemos consentir que todas las fuerzas acumuladas hasta ahora, resultado del intenso trabajo que se ha hecho y se sigue haciendo en tantos municipios e islas, en el gobierno de Canarias, en el Estado y en Europa, se debiliten por la existencia de algunos desaciertos propios, que es necesario reconocer con humildad y enmendar con valentía, y no pocos hostigamientos externos, a los que es preciso hacer frente con capacidad y decisión. Y para ello se requiere ganar en autoestima y conquistar cada día la estima de los demás, superando con arrestos suficientes tanto el cansancio que pueda haber en algunos por tanta entrega a la política como la pasividad en que hayamos podido incurrir los que la seguimos desde la distancia. Precisamente por eso, porque entramos en un momento crucial para ganar definitivamente nuestro futuro, pienso que está llegando el momento de que todos los que vemos imprescindible que Canarias tenga un proyecto político propio –y somos muchos los canarios que pensamos así— nos comprometamos decididamente con él, dejando atrás nuestros temores y resistencias a la participación activa en la política y procurando aportar lo mejor de nosotros para ayudar a hacer una buena gestión pública, con dedicación e ilusión, con competencia y eficacia, con honestidad y transparencia.
En ese proceso de construcción permanente de un proyecto nacional propio, forjado desde Canarias y por todos los canarios, Gran Canaria tiene que desempeñar un fuerte protagonismo, acorde con las enormes capacidades de que disponemos. Nuestra isla siempre se ha caracterizado por su empuje económico, por su dinamismo social, por su creatividad intelectual, por su decisiva aportación a la construcción de Canarias y por su capacidad de adaptación a los cambios del entorno en un mundo cada vez más interdependiente. Si repasamos un poco la historia –y siempre es bueno no perder la memoria histórica—, constatamos que los momentos en que Gran Canaria ha estado más activa y vigorosa coinciden con los de mayores logros para Canarias, mientras que los momentos en que Gran Canaria ha estado pasiva y debilitada se ralentiza el progreso de toda Canarias. Si esto ha sido siempre así, más lo será en el futuro, por las fortalezas que tenemos y las oportunidades que se nos presentan para el ejercicio de nuestro protagonismo.

Por contrastar las nuevas realidades que se abren paso con las que existían en un pasado no muy lejano, pensemos solamente en el enorme potencial de capital humano e intelectual con que contamos: jóvenes más preparados que nunca, universitarios con ganas de comerse el mundo, emprendedores que desean poner en marcha un nuevo negocio, directivos y mandos de empresas que apuestan por la innovación, personal de la administración empeñados en la mejora de la gestión pública, profesionales competentes para la prestación de servicios de calidad,… Y disponemos de estas capacidades, por primera vez en nuestra historia, en un momento en que se extiende la sociedad del conocimiento, que con el uso intensivo de las tecnologías de la información y las comunicaciones facilita la superación del aislamiento insular y la proyección de nuestra actividad fuera del Archipiélago. La constatación de todo esto es que ya no importamos mano de obra cualificada, como antes, sino que tenemos un problema de fuga de cerebros, mientras nos asola la amenaza de la superpoblación por el fenómeno de la inmigración.

La pregunta salta a la vista. ¿No merece la pena, por muchos esfuerzos que nos cueste, que todo este inmenso caudal de energías acumuladas, gracias al esfuerzo que han hecho nuestros padres por darnos educación, se pongan intensamente al servicio del progreso de nuestra isla y de la mejora de la calidad de vida de nuestra gente con el relanzamiento de un proyecto político para la isla que le haga recobrar su dinamismo y su protagonismo en la construcción de Canarias?

Creo que sí, que esta tarea inmensa merece la pena. Por ello es preciso seguir trabajando en la articulación de un proyecto coherente para Gran Canaria. Un proyecto innovador e ilusionante, que sea capaz de galvanizar todas las nuevas fuerzas que están activas en la sociedad para aportar las mejores soluciones concretas a los problemas reales de la gente. Un proyecto insular pensado en clave de solidaridad que vaya más allá del municipio o del barrio en el que se vive y ofrezca alternativas consistentes a los problemas generales de la isla. Un proyecto que apueste por el desarrollo sostenible y equilibrado de todas las comarcas insulares, sin exclusiones, pero también sin pretensiones exclusivas para ningún municipio o grupo de presión determinado. Un proyecto integrador en el que todos los sectores económicos y agentes sociales vean reflejadas sus preocupaciones y anhelos, porque se cuenta con ellos para su elaboración y puesta en práctica. Un proyecto para las personas, en el que se anteponga la defensa de los intereses generales por encima de otras consideraciones, incluso por encima de los intereses del partido. Un proyecto ejecutado por personas con sentido de la responsabilidad social, que se propongan aplicar los principios del buen gobierno en la gestión pública y hacer frente con rectitud a todo tipo de corruptelas y aprovechamientos ilícitos. Un proyecto con alturas de miras y sensatez –¡nada más y nada menos!— que aúne voluntades en torno a unas metas colectivas bien definidas a partir de una auténtica visión estratégica del importante papel que le corresponde desempeñar a Gran Canaria en Canarias y en el mundo.

Un proyecto como éste, tan necesario para Gran Canaria y para todas las islas, no es posible diseñarlo ni ponerlo en práctica al margen del proyecto nacional de Canarias, desde la vía estrecha del insularismo grancanario al que ahora se quieren apuntar tantos, como si fuéramos tontos. De la misma forma, tampoco es posible la articulación de un proyecto nacional sólido para Canarias sin contar con la decisiva participación de Gran Canaria, desde el otro insularismo igual de estrecho que también debemos combatir sin remilgos y al que a menudo se apuntan los que se dicen regionalistas, como si estuviéramos en una tómbola. Por eso creo que en estos momentos sigue siendo tan necesaria Coalición Canaria para Gran Canaria. Además de ser la única vía ancha, común a todas las islas, por la que podemos transitar sin ataduras ni dependencias externas de ningún tipo; también es la única casa propia que los grancanarios podemos construir desde dentro (que es como se construyen bien las cosas: aglutinando intereses, sumando fuerzas, equilibrando poderes), construir desde dentro –digo— ese proyecto nacional canario en el que el protagonismo de Gran Canaria es esencial.
Creo, sinceramente, que en estos momentos de letargo y confusión muchas personas preocupadas por la isla y por la defensa de los intereses canarios están pidiendo a gritos que seamos capaces de impulsar con fuerza ese proyecto de futuro innovador e ilusionante, dotado de credibilidad y solvencia, que tanto urge. Me consta que ya se está haciendo mucho para ello, desde diferentes ámbitos de actuación, pero aún queda mucho más por hacer. La labor es ardua y, desde luego, nada fácil. Pero estoy convencido de que si todos empujamos con fuerza en la misma dirección, uniendo todas las voluntades individuales en torno a un proyecto colectivo, en el que nadie –absolutamente nadie— sobra, y al que hay que atraer a otros muchos –a muchísimos más—, a buen seguro que entre todos lo conseguiremos.
Para ello es necesario seguir abriendo todas las puertas de par en par y acoger las nuevas iniciativas que están surgiendo con fuerza en nuestra sociedad. También, dar la cara continuamente y comunicar lo que hacemos y por qué lo hacemos, así como lo que haremos y para qué lo haremos. Y finalmente, demostrar en el día a día de la práctica cotidiana, allí donde cada uno de nosotros estemos, que tenemos un proyecto coherente para Gran Canaria y para Canarias, que diseñamos estrategias y emprendemos acciones de mejora en beneficio colectivo, que gestionamos con rigor y solvencia los asuntos públicos, y que estamos aquí para servir a la sociedad y no para servirnos de ella.

En este empeño colectivo, les doy las gracias, de verdad, por contar conmigo. Y también les digo, que cuando llegue el momento oportuno, una vez finalice mi labor en las responsabilidades que hoy tengo encomendadas, me tendrán a su disposición, sin pretensión personal alguna, encantado de poder echar una mano en lo que haga falta para impulsar este proyecto tan imprescindible para el progreso de nuestra Tierra y el bienestar de nuestra gente, que es lo más importante que tenemos en esta vida y a la que merece la pena entregarnos en cuerpo y alma. Muchos ánimos a todos, y… a seguir trabajando, que el tiempo apremia.

(Discurso pronunciado en la convención insular de Gran Canaria de Coalición Canaria)

No agredan a la Universidad, por favor

Si algunos se molestan con este artículo, lo siento mucho. Hasta ahora he guardado pacientemente un discreto silencio sobre el penúltimo episodio (¿hasta cuándo?) del pleito insular en torno a la cuestión universitaria. Pero llega un momento en que el silencio puede derivar en complicidad, y yo no quiero ser cómplice de cualquier agresión contra la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Me refiero a esa especie de cruzada que ha desatado el Partido Socialista Canario en la prensa y en las instituciones de la isla de Tenerife a propósito de la situación financiera en que se encuentra la Universidad de La Laguna. Una retahíla de declaraciones y editoriales abundan hasta la saciedad en lo que denominan el maltrato, atropello o la maniobra del Gobierno de Canarias para discriminar, dejar morir o cargarse con impunidad total a la ULL mientras concede un trato de favor a la ULPGC, que es la mejor financiada, por supuesto. Hete aquí que no tienen reparos en argumentar que todo eso constituye una trama urdida con mi connivencia al objeto de comisionarme políticamente, y ello a costa de la otra universidad, que –no podía ser de otra forma— es la independiente. ¡Vivir para creer! En broma he llegado a decir que ya solo falta que me pongan escuchas telefónicas para buscar indicios de mi presunto delito, que al parecer es no ser de la cuerda de algunos. Pero jugar con la Universidad para hacer política estrecha de corte insularista no es ninguna broma.

Por ofrecer algunos datos serios: ¿Alguien en su sano juicio puede creerse que hay un trato de favor hacia la ULPGC que, contando con un número similar de estudiantes, ha recibido durante los últimos cinco años en torno a 70 millones de euros menos que la otra, que se dice pronto? ¿Alguna vez se ha demostrado que tal desequilibrio se deba a la existencia de una plantilla más consolidada, y por tanto más costosa, cuando ese superior coste no sobrepasa el 25% del diferencial existente?

Por constatar algunos hechos, también serios: si los contratos-programa a que nos obligamos las universidades están para cumplirse, ¿alguien ha explicado cómo ha sido posible cerrar un ejercicio presupuestario en números rojos cuando se ha recibido financiación extraordinaria para sanear el déficit acumulado sin que esos fondos puedan destinarse a cubrir otros gastos? ¿Por qué se agitan todas estas aguas de la financiación universitaria justamente después de que, por primera vez en la historia, exista una cierta paridad, una paridad relativa, en la asignación de recursos que reciben las universidades canarias por estudiante, tal y como estaba previsto desde hace mucho tiempo?

Finalmente, por entrar en el tema de las politizaciones y las independencias universitarias, también un asunto serio si queremos construir universidades libres de cualquier tipo de ataduras políticas: ¿Resulta prudente apelar a la independencia cuando se instrumentaliza políticamente una huelga de profesores o se emprenden cruzadas mediáticas por motivaciones políticas? Hablemos en serio, de verdad, sin agresiones ni descalificaciones. Hablemos, pues, de modelos. De modelos de universidad, modelos de financiación universitaria y modelos de gestión de la Universidad. Hablemos del modelo al que todas las universidades públicas han de tender, financiadas con suficiencia sobre la base de criterios objetivos. Hablemos de que, en ese contexto y con el reto de la convergencia europea en el horizonte del año 2010, las universidades no podemos liarnos la manta a la cabeza y contratar todos los años más y más profesores para contentar a las clientelas internas, mientras permanece estancado o decrece el número de estudiantes a los que prestamos servicios. Hablemos, por qué no, de que las universidades canarias actualmente son las que están mejor financiadas del Estado (que no lo oiga el Gobierno) y que las propias instituciones académicas han de ser las primeras defensoras del sistema público del estado del bienestar sin riesgo de quiebra financiera. Hablemos de que las universidades no pueden ser agentes de innovación y modernización, de transformación social en su entorno de influencia, si la sociedad percibe que en ellas hacemos lo que nos venga en gana o nos convenga a nuestros intereses corporativos, y que, por tanto, solo podremos cumplir esa alta misión si somos capaces de responder a las demandas que nos plantea la sociedad que nos financia. Hablemos de todo ello y de mucho más si hace falta, con rigor, coherencia y datos contrastados. Para esto siempre me tendrán a entera disposición, y si es necesario enfrentándome al Gobierno, sea del color que sea, que en eso creo tener alguna experiencia. Me encantaría hacerlo, además, al lado de la Universidad de La Laguna, a la que quiero algo más de lo que algunos pretenden quererla. Para lo otro, para el politiqueo partidista de la ínsula, sencillamente no estoy disponible. Por eso, solo les pido que si quieren meterse conmigo para desacreditarme, porque ahora interese políticamente a algunos, al menos tengan la elegancia y el decoro de hacerlo sin agredir a la Universidad, por favor.

Permítanme, por último, que no desaproveche esta ocasión para dejar caer algún comentario a propósito de la cruzada en la que se ha embarcado el Partido Socialista Canario, con el Sr. Martinón en versión isla y la Sra. Padrón en el papel de región-isla, ambos apoyados por el Gran editorialista de El Día. Como la coherencia de planteamientos y la ecuanimidad en el trato son principios básicos que deben guiar las actuaciones de los representantes públicos, no puedo dejar de preguntarme con amargura: ¿Son los discursos del Sr. Martinón y de la Sra. Padrón el “discurso regional” de su partido? ¿Para qué diantre se pretende dar mayor entidad a “lo regional” sobre “las ínsulas” si después lo que prima siempre es la conveniencia de partido? ¿Dónde está en todo este asunto, por cierto, la voz del Partido Socialista en Gran Canaria, algunos de cuyos militantes y simpatizantes de la ULPGC me están alentando a que actúe? ¿Se van a seguir anteponiendo los intereses partidistas y electoralistas a los intereses generales en el tratamiento de las cuestiones universitarias pendientes, que son claves para fortalecer unas universidades canarias de calidad, eficientes y al servicio de la sociedad, es decir, bien gestionadas?

Planteo estas preguntas finales sin ánimo de politizar el debate, pues han sido otros quienes lo han politizado en exceso, sino con el propósito de que realmente sirvan para la reflexión y la inmediata rectificación, que es lo que procede. Si no la hay, y continúan las agresiones verbales de unos y los silencios cómplices de otros, aguantaré el chaparrón, que presiento no ha hecho más que comenzar, y me lo tomaré con humor: echaré manos del refranero español para parafrasear: guárdeme Dios de ciertos regionalismos, que de los insularismos me guardo yo.